

El nombre, una elección simbólica para el futuro papa
De Pío a Clemente, pasando por Pablo o Simplicio, el futuro papa deberá escoger el nombre con el que dirigirá la Iglesia católica, en base a criterios como la admiración por un predecesor o una voluntad de ruptura.
El secular ritual del cónclave prevé que el ocupante de la cátedra de San Pedro adopte un nombre inmediatamente después de haber sido elegido. "Quo nomine vis vocari", le pregunta en latín el cardenal decano para conocer su nombre de pontífice.
Hasta la elección de Jorge Bergoglio en 2013, sus predecesores en los últimos tiempos se habían inspirado en otros papas. Sin embargo, el jesuita argentino decidió innovar y respondió: Francisco.
Días después de su elección, el flamante pontífice explicó en un encuentro con periodistas que su nombre evocaba a Francisco de Asís, un santo italiano de los siglos XII y XIII, y que deseaba "una iglesia para los pobres".
La idea le vino tras un comentario del cardenal brasileño Claudio Hummes, fallecido en 2022, cuando Bergoglio obtuvo los votos necesarios para ser papa. "Me dijo: 'No te olvides de los pobres'", contó.
Aunque en teoría los papas pueden adoptar su nombre de bautismo, los cambios comenzaron en el año 533 con Juan II, quien no quiso mantener su nombre, Mercurio, por ser el de un dios romano y pagano.
El último en mantener su nombre fue el papa Adriano VI en el siglo XVI.
En los últimos tiempos, la principal razón invocada para la elección del nombre era la admiración por anteriores papas, con excepción de Pedro, el nombre del fundador de la Iglesia y considerado tabú.
En 2005, el alemán Joseph Ratzinger adoptó Benedicto XVI por devoción a Benedicto XV, el papa de la paz durante la Primera Guerra Mundial.
Veintisiete años antes, el polaco Karol Wojtyla eligió Juan Pablo II como tributo a Juan Pablo I, su antecesor, fallecido poco antes tras sólo 33 días de pontificado.
Este último, el italiano Albino Luciani, fue el primero en tomar un nombre compuesto, para homenajear a la vez el legado de Juan XXIII y de Pablo VI.
Algunos nombres tienen ahora connotaciones negativas, como Pío después de Pío XII, a quien algunos historiadores acusan de haber mantenido un silencio cómplice sobre el Holocausto de los judíos perpetrado por la Alemania nazi.
Pío es sin embargo el séptimo nombre más utilizado por un papa en la historia de la Iglesia, solo por detrás de Juan (21), Gregorio (16), Benedicto (15), Clemente (14), León e Inocencio (13), según la lista oficial de la Santa Sede.
Pero hay otros nombres menos habituales como Simplicio, Zacarías o Teodorico.
M.F.Schmitz--JdB