La mala faena de un pescador muestra la ferocidad de los combates en Ucrania
Artur Cherepovskiy, un pescador ucraniano, sabe que ha sido un mal día en el frente si no consigue pescar ninguna carpa en un río que corre hacia las colinas en las que se esconden los rusos.
Cherepovskiy, de 32 años, baja una red con una cuerda desde un puente que da al río Kazeniy Torets y espera que los estruendos que se escuchan a lo lejos no ahuyenten a su cena.
"Se asustan cuando hay bombardeos. Tiene que haber silencio cuando se pesca", dice, sacudiendo la cabeza ante las interminables batallas que se libran en el frente oriental de Ucrania en el tercer mes de la invasión rusa.
"Antes lograba pescar cinco o seis del tamaño de mi palma de la mano en un día. Y ahora, en tiempos de guerra, puede que no pesque ni uno. Depende de la intensidad de los bombardeos. Cuando son fuertes, los peces nadan hacia el fondo".
El puente de Cherepovskiy, en Slovyansk, se encuentra cerca de dos ciudades simbólicamente significativas del Donbás.
La toma de Slovyansk por los insurgentes apoyados por Rusia en 2014 desencadenó años de batallas que culminaron con una invasión total por parte de las fuerzas del presidente Vladimir Putin el 24 de febrero.
Las tropas ucranianas lograron reconquistar la ciudad y establecieron un centro administrativo para el conflicto en la vecina Kramatorsk.
Ambas son ahora blanco de una ofensiva del Kremlin que ha ido tomando trozos de territorio ucraniano, pero que no ha logrado dar el golpe de gracia que Putin podría haber buscado a tiempo para coincidir con las celebraciones anuales del Día de la Victoria -- el día en que Rusia celebra por todo lo alto la victoria en la Segunda Guerra Mundial -- este lunes.
- 'Seguir vivo' -
El río Kazeniy Torets serpentea alrededor de granjas y bosques hasta que se cruza con otro río que delimita las tropas rusas y ucranianas.
Los rusos tratan de avanzar hacia el sur, pasando por esta red de ríos, con la mira puesta en Slovyansk y Kramatorsk.
Los ucranianos han contraatacado transportando allí sus mejores unidades para asegurarse de que los rusos no puedan establecer un frente en su lado del río.
Muchos de estos soldados tienen los uniformes sucios por las noches y los días que han pasado bajo los bombardeos de los aviones de guerra rusos.
"Te hace replantearte todo lo que has dado por sentado en tu vida civil", dice un soldado mientras observa a un grupo de compañeros que se alejan hacia el frente en llamas.
"Tu mentalidad cambia cuando te subes a un vehículo blindado. La prioridad es seguir vivo", añade mientras espera su turno para ser llamados a defender Siversk, la última de las pequeñas ciudades del frente que se tambalea al borde de la destrucción casi total.
- 'Enfermo y cansado' -
Lyubov Baidykova, que trabajaba en una granja colectiva de Siversk, sale de su jardín para echar un vistazo al asalto ruso a su ciudad de 10.000 personas, esencialmente mineros y cultivadores.
Puede ver una columna de humo oscuro que sale, por cuarto día, de una planta de granos que se incendió durante una batalla cerca de la estación de tren de la ciudad.
Su propia casa fue bombardeada una vez en 2014 y otra vez este mes.
"Mis nervios son de acero", dice después de que el ruido de una explosión hiciera ladrar a su perro.
"Ya siquiera reacciono cuando pasan los jets zumbando. Hoy han pasado tres veces y me da igual. Estoy harta de todo esto".
Las hileras de casas situadas cerca de la sencilla vivienda de Lyubov están en ruinas.
Las casas que siguen en pie no tienen ni gas ni electricidad. Y el agua que gotea de los grifos no basta para ducharse o lavar los platos.
"Mi situación económica no me permite irme. Así que vivo con los bombardeos, día y noche", se encoge de hombros.
I.Servais--JdB