Aumenta la furia en Sri Lanka contra el poder del clan Rajapaksa
"Gota, vete a casa". Las pintadas pidiendo la renuncia del presidente Gotabaya Rajapaksa han aparecido en numerosas calles de Hambantota, el feudo tradicional de la familia que domina la política en Sri Lanka.
Este rechazo en este distrito meridional donde los vecinos hasta hace poco se empujaban para ver a la dinastía muestra hasta qué punto los Rajapaksa son detestados en este país insular hundido en una gravísima crisis.
Sagara vive en Medamulana, una aldea en Hambantota donde el primer ministro y hermano del presidente, Mahinda Rajapaksa, tiene una casa. A sus 32 años, sus noches consisten en discutir con los vecinos cómo sobrevivirán al día siguiente.
"Si viajo a Colombo a trabajar y digo a la gente que vengo de Medamulana, probablemente me apalicen", dice Sagara a AFP. Los Rajapaksas "han arruinado el país, se ha terminado".
Medamulana acoge un museo sobre la historia de la familia con fotografías en blanco y negro del fallecido D.A. Rajapaksa, ex ministro del gobierno, y su mujer, con quien tuvo nueve hijos.
El segundo hijo, Mahinda, presidente entre 2005 y 2015, es adulado por la mayoría étnica cingalesa por haber derrotado a la guerrilla de los Tigres Tamiles en 2009, poniendo fin a una guerra civil que duró 37 años y dejó unos 100.000 muertos.
Al mismo tiempo, inundó su distrito natal con inversiones y empleos, construyendo un nuevo aeropuerto, un nuevo puerto, un moderno estadio de críquet y muchos más.
- Civiles muertos y deudas chinas -
Pero la presidencia del ahora primer ministro tuvo su cara oscura.
Según estimaciones de la ONU, alrededor de 40.000 civiles murieron en los compases finales de la guerra, en zonas de "no bombardeos" atacadas por las fuerzas armadas de Sri Lanka.
El clan familiar rebatió el balance y se negó a permitir una investigación internacional.
Al mismo tiempo, decenas de opositores, personas de la etnia tamil y otros, fueron capturados por furgonetas blancas sin matrícula para no volver a ser vistos nunca más.
Y al menos 14 periodistas fueron asesinados, según Reporteros Sin Fronteras (RSF).
A cargo de las fuerzas de seguridad durante ese periodo no había otro que el hermano menor de Mahinda, Gotabaya, que resultó elegido presidente en 2019.
Con el tiempo, el frenesí inversor en Hambantota, con numerosas infraestructuras bautizadas en honor de los Rajapaksas, ha perdido su brillo.
El estadio internacional de críquet Mahinda Rajapaksa, lejos de cualquier núcleo habitado, apenas ha acogido un puñado de partidos y el aeropuerto internacional Mattala Rajapaksa está casi sin vuelos.
Para muchos de estos proyectos, el gobierno ha tomado numerosos préstamos de China, aumentando la deuda del país y haciendo sonar las alarmas en la cercana India y las potencias occidentales.
En 2017, Sri Lanka entregó el puerto a China con un contrato de renta de 99 años alegando que no podía pagar el crédito de 1.400 millones de dólares prestado por Pekín para construirlo.
"Estábamos muy esperanzados cuando los proyectos se anunciaron. Y esa zona mejoró. Pero ahora, eso no significa nada", dice Dinuka, otro local.
"Nuestros hijos también seguirán pagando esta deuda (...) ¿Qué frena a los chinos de tomar nuestras granjas y nuestros productos agrícolas?", se interroga.
- Escasez e inflación -
La enorme deuda externa de este país insular del Sur de Asia, estimada en 51.000 millones de dólares, es la causa subyacente a la actual crisis.
Meses atrás, el gobierno prohibió muchas importaciones para frenar la salida de las divisas extranjeras que necesitaban para pagar estos compromisos.
Esto llevó a severa escasez de productos y una galopante inflación de los precios de bienes básicos como comida, combustible y medicamentos. Y, además, no evitó el default.
Miles de manifestantes acampan frente a la oficina presidencial de Colombo pidiendo la renuncia de Gotabaya Rajapaksa.
La decepción se palpa también en Medamulana, que en su entrada todavía conserva un letrero con el mensaje: "Bienvenido al pueblo del Presidente".
"No importa qué nos pase ahora que no afecta la forma en que ellos (los Rajapaksas) viven", dice Wimalasena, de 57 años. "Pero mis nietos ni siquiera tienen leche en polvo", añade.
Aryasena, otro aldeano, rompe a llorar al explicar sus dificultades para salir adelante. Pero el hombre de 60 años, como otros, todavía adora a Mahinda, el carismático expresidente.
"Mahinda debería asumir el cargo. Él arreglará esto".
P.Renard--JdB