Años después de la derrota del EI, el norte de Irak lucha por reconstruirse
En Irak, la palabra "maku" significa "nada". Issa la repite con frecuencia: "nada, ni electricidad, ni casa, ni trabajo". Ocho años después de los combates con el grupo Estado Islámico (EI), la reconstrucción de su aldea en el norte de Irak está estancada.
Issa al Zamzoum vive en Habash, 180 km al norte de Bagdad. Con su mujer y sus cinco hijos ocupan una construcción de hormigón, con una parte del techo, destruido en los combates en 2014, que todavía yace en ruinas y con marcas de balas.
En una habitación, una gallina observa sus polluelos. En otra, colchones sucios están apilados contra la pared.
El inmueble ni siquiera le pertenece a Zamzoum, cuya casa propia quedó inhabitable. "No hay nada aquí, no hay electricidad. Tampoco trabajo", se lamenta Zamzoum, de 42 años.
"¿Reconstrucción? No la vemos", añade con tristeza. "Nada ha pasado desde la guerra", insiste.
En la gobernación de Saladino, de la que depende Habash, un consejero atribuye la lentitud a "la extensión" de la provincia. "No podemos hacer siempre las cosas al 100%", dice esta fuente que no desea ser identificada.
En Habash, las casas en ruinas o parcialmente destruidas se cuentan por decenas. La aldea pagó caro el asedio impuesto por parte del EI al municipio de Amerli, a menos de 10 kilómetros.
Por aquel entonces, en el verano boreal de 2014, los yihadistas controlaban la ciudad de Mosul y amplios territorios en el norte de Irak. Desde allí avanzaron hacia el sur y asediaron Amerli.
A finales de agosto, el ejército iraquí, milicias chiitas y tropas kurdas consiguieron romper el asedio después de encarnizados combates en Amerli, pero también en Habash y otros núcleos que los yihadistas usaron de base.
A finales de 2017, el gobierno en Bagdad declaró su "victoria" militar contra el EI. Pero para muchos la historia no terminó allí.
- Tensiones sunitas-chiitas -
Según Human Rights Watch (HRW), después del asedio de 2014, "milicias progubernamentales, combatientes voluntarios y miembros de las fuerzas de seguridad saquearon aldeas sunitas alrededor de Amerli", incluida Habash.
La oenegé usó imágenes de satélite para identificar "espesas nubes de humo que salían de edificios en llamas, debido a incendios provocados".
Actualmente, casi 20.000 personas desplazadas por el conflicto necesitan ayuda en la zona, según el Consejo Noruego para Refugiados. "Las necesidades humanitarias son significativas", indica esta organización a AFP.
Además de necesidades básicas como agua potable o electricidad, para muchos supone un desafío conseguir documentos de identidad ya sea por las dificultades de viajar o por las sospechas que los vinculan al EI, un movimiento sunita extremista.
Como Issa al Zamzoum o su vecino Abdelkarim Nouri, la mayoría de habitantes de Habash son sunitas.
En Irak, mayoritariamente chiita, esta rama del islam a veces se contempla con desconfianza y se vincula con los extremistas del EI, que sigue una interpretación radical del sunismo.
"Nuestra vida es una vergüenza", dice Nouri. "No tengo trabajo. Tengo cinco ovejas y son las que me mantienen con vida", afirma este hombre, que asegura haber pedido ayuda sin éxito al diputado de su circunscripción.
- "Fuera de nuestro control" -
Nouri no menciona espontáneamente la religión ni habla de sectarismo, una cuestión muy sensible en un país donde decenas de miles de personas murieron durante un conflicto interreligioso entre 2006 y 2008.
Ahora, más de cuatro años después del fin del autoproclamado califato del EI en Irak, muchos sunitas aseguran ser víctimas de acoso y discriminación.
Un informe del Departamento de Estado estadounidense de 2021 citaba a responsables sunitas preocupados por "desplazamiento forzados de sunitas" por parte de milicias chiitas progubernamentales, además de "arrestos aleatorios" y detenciones por sospechas de vínculos con el EI en zonas al norte de Bagdad.
En la provincia de Saladino, las autoridades también indican sin mencionar al EI que los "riesgos de seguridad" están retrasando la reconstrucción.
Aunque Habash está bajo control del gobierno, hay milicianos operando a solo 15 km al norte.
En la carretera que conduce al pueblo de Bir Ahmed, hay un puesto de control de las fuerzas de Hashd al Shaabi, una antigua coalición paramilitar chiita ahora integrada en el aparato de seguridad del Estado.
"La situación en Bir Ahmed está fuera de nuestro control y del ejército", dice un oficial. "Pueden entrar, pero no puedo garantizar que puedan salir", advierte.
E.Carlier--JdB