Música tecno bajo las bombas: los repartidores locos de Járkov
El maletero lleno hasta arriba de víveres y la música tecno a todo volumen: en su Opel Astra rojo, tres jóvenes ucranianos reparten a diario ayuda humanitaria en Járkov, objetivo casi cotidiano de los misiles rusos.
Los últimos dos días han sido relativamente tranquilos en esta ciudad del noreste de Ucrania, la segunda más poblada del país. Pero el martes, los cañones ucranianos y la artillería rusa han vuelto a retumbar.
La línea del frente está a menos de 5 km de los barrios del norte y el este de Járkov. La frontera rusa se extiende a pocas decenas de kilómetros. Pero esto no amedrenta a los tres voluntarios, Nazar, Alexiy y Oleg.
Frente a una guardería convertida en despensa, los jóvenes cargan el maletero de su vehículo con bolsas de plástico llenas de pan y latas de conservas.
"Nuestro principal objetivo es alimentar a los niños y las personas mayores, ellos son quienes más necesidad tienen. Desafortunadamente, la gente no tiene dinero ni trabajo, muchos de ellos no pueden siquiera desplazarse hasta un supermercado", dice Nazar Tishchenko, de 34 años.
La gorra al revés, camiseta y bermudas negras, calzado deportivo de un llamativo color rojo, Nazar guarda cierto parecido con el futbolista Karim Benzema: espesa perilla, cabeza rapada y mirada oscura con sus 1,87 metros de altura.
Aficionado futbolero, le gustan las riñas, pero no la policía. En una tibia lleva tatuado el número 13 y en la otra el 12 que, sustituyéndolos por las letras del abecedario, forman las siglas "ACAB" ("All cops are bastards", todos los policías son bastardos).
Nacido en Tyrnyauz, en Rusia, "vivió toda la vida en movimientos de aficionados de fútbol, con chavales nacionalistas que están impregnados de amor por nuestro país", Ucrania.
- Música frente a las bombas -
Con el vehículo cargado se dirigen a una antigua oficina de correos convertida en centro humanitario que distribuye carne. Allí cambiarán el pan por muslos de pollo.
Al volante va Alexiy, de 23 años, fino y musculoso, con ojos azules y una pequeña mecha de pelo que despunta en su cabeza rapada. Él tuvo la idea de los repartos.
Durante dos años se dedicó a distribuir pan en Járkov y en la región oriental del Donbás. Después se convirtió en mecánico.
Cuando la guerra estalló, decidió volver a los repartos de pan. Pero su empresa cerró y él comenzó a trabajar por sí mismo. "Pero no podía hacerlo solo, así que pedí a Nazar que me ayudara", dice el joven.
Frente al local donde se distribuye la carne esperan más de cien personas.
Cargado el pollo, emprenden el camino hacia la primera entrega. El Opel avanza rápido, con música tecno a todo volumen y los jóvenes fumando en el interior.
"No podemos conducir sin música. Si hay bombardeos, simplemente subimos el volumen. Estamos cansados de los bombardeos. La música nos ayuda a relajarnos, no tenemos miedo", asegura Nazar.
Los barrios norte y este de la ciudad sufren casi a diario bombardeos rusos. Pero los ataques son aleatorios, espaciados, por la mañana o por la noche, a veces mortíferos.
Un día, en el momento del bombardeo, "todos los refugios estaban cerrados", explica Nazar. "No podíamos escondernos. Nos acostamos en el suelo y protegimos a civiles para salvarlos", asegura.
- "Hago lo correcto" -
El trío de voluntarios llega a una casa decrépita. Quince personas viven allí, incluidos niños, en varios apartamentos.
Entregan las bolsas, hablan, juegan con los niños. Es una visita de suministro, pero también social, de consuelo.
"Mientras esté aquí haciendo esto, siento que hago lo correcto, que no soy inútil, entiendo que puedo ayudar a la gente. No siento alegría, simplemente hago esto y sé que es justo", explica Alexiy.
Una explosión sorda estalla bastante cerca.
Oksana Taranushkav, una de las residentes, se sobresalta. Nazar la tranquiliza. No hay que temer, explica. De oído, se puede diferencia un disparo de la defensa antiaérea ucraniana, como era el caso, de un bombardeo ruso.
La mujer, de 49 años, agradece la ayuda de los voluntarios.
"No recibimos ningún respaldo, las tiendas están destruidas, no podemos comprar nada, sobrevivimos", dice antes de implorar entre lágrimas: "¡Por favor, Putin, pare, por favor!"
Terminada la entrega, los jóvenes se despiden de los vecinos con besos y el Opel rojo parte a toda velocidad hacia su próxima dirección.
Horas después, al terminar la jornada, un cohete ruso golpeó un inmueble en este barrio. Tres personas murieron.
D.Verheyen--JdB