Rastreando plásticos en una de las joyas protegidas de Canadá
La basura se amontona sobre una lona azul. Neumáticos, vasos y colillas contrastan con la belleza del fiordo de Saguenay, una joya protegida del este de Canadá, donde se refugian ballenas y belugas.
Este suntuoso paraje, que combina acantilados esculpidos por los glaciares y el río San Lorenzo, está protegido desde hace 26 años y alejado de grandes ciudades.
"Una cosa es legislar para proteger un territorio, convertirlo en zona protegida, pero luego, ¿cómo se mantiene?", se pregunta la bióloga canadiense Anne-Marie Asselin antes de sumergirse en busca de residuos.
Con su equipo de la Organización Azul, Asselin recorre las aguas salobres del fiordo para trazar un panorama de la contaminación en la zona.
El objetivo es doble: identificar los residuos más presentes en el medio ambiente para identificar los plásticos cuya venta debe prohibirse, y "predecir cuáles son las orillas más propensas a la contaminación", basándose sobre todo en las corrientes.
- Identificar los residuos -
A remo, a pie o buceando, su equipo, acompañado por voluntarios, recoge todo tipo de basura en la bahía que rodea el pueblo de Petit-Saguenay.
Bajo un sol abrasador, Laurence Martel, responsable del proyecto sobre contaminación por plásticos, clasifica los residuos según más de cien criterios físicos, espaciales y temporales, así como por marcas, para "medir la importancia de la responsabilidad ampliada del productor".
"La más popular es la colilla de cigarrillo, omnipresente", explica esta geógrafa de formación, señalando que una sola colilla, por los miles de compuestos químicos que contiene, puede contaminar hasta 500 litros de agua, y el filtro tarda varios años en degradarse.
En cinco años, sus investigaciones han revelado una tendencia preocupante: la concentración de residuos plásticos está aumentando significativamente hacia el Golfo y el Atlántico, "lo que sugiere un desplazamiento de residuos desde las zonas urbanas río abajo".
"A menudo, los plásticos más pequeños son los que más contaminan", añade la joven investigadora, observando el agua brillante a la luz del sol.
- Especies centinela -
A medida que los residuos se descomponen, se convierten en microplásticos.
La mayoría de las veces invisibles a simple vista, estas partículas, algunas de las cuales se han encontrado en lugares tan lejanos como la Antártida, están formadas por polímeros y otros compuestos tóxicos de entre cinco milímetros y una milésima de milímetro.
Se encuentran en toda la cadena alimentaria de la fauna marina, sobre todo en su base, en los invertebrados.
La tripulación pesca y analiza estas "especies centinela" durante cada operación de limpieza.
"Si los mejillones y los invertebrados empiezan a sufrir, puede indicar que la salud del ecosistema también está en declive", explica Miguel Felismino, ingeniero y doctorando de la Universidad McGill.
Sentado sobre la red del catamarán, el joven investigador mide, fotografía y luego ordena meticulosamente los ejemplares de mejillón que analizará en el laboratorio para conocer los efectos de estas partículas sobre su tamaño o composición.
Pero su búsqueda de microplásticos no termina allí. Por medio de una bomba casera compuesta por un generador y algunos tubos y colocada en la parte delantera del barco, recoge también agua superficial y sedimentos del fondo marino.
- Sensibilizar a otros públicos -
Con esta misión, la Organización Azul apunta a ofrecer una visión completa del "ciclo del plástico" en áreas protegidas como el parque marino de Saguenay-Saint-Laurent.
Para proteger estos ecosistemas, la solución es "provocar también cambios de comportamiento", apunta Anne-Marie Asselin, que ha invitado a creadores sonoros y literarios a "sensibilizar a otros públicos".
Ya sea produciendo música a partir de sonidos naturales o una "traducción literaria" de esta investigación científica, la idea es "llegar a las personas de manera diferente" y dejar una huella imborrable para las generaciones futuras.
"Con el cambio climático, es probable que los paisajes sonoros asociados a determinados territorios evolucionen", afirma la artista Emilie Danylewick, justo antes de sumergir su hidrófono en el agua.
Esta misión es también una "forma de preservar la memoria actual del territorio en términos sonoros", subraya.
R.Michel--JdB