

Hacer lío en las villas de Buenos Aires: el legado del papa Francisco
En las entrañas de la Villa 31, uno de los asentamientos más emblemáticos de Buenos Aires, el padre Ignacio "Nacho" Bagattini celebra misa en un espacio que en minutos se transformará en un comedor comunitario. Aquí, el legado del papa Francisco y su instrucción de "hacer lío" siguen vivos.
Hace 12 años, cuando Jorge Bergoglio estrenaba su papado, pronunció un célebre discurso donde exhortó a jóvenes fieles a comprometerse socialmente y "hacer lío" en sus diócesis.
"El papa va a seguir haciendo lío desde arriba, así como Jesús lo sigue haciendo entre nosotros", asegura Bagattini, conocido como "el padre Nacho" y quien oficia con una estola con la leyenda "Iglesia pobre para los pobres". Detrás de él, un mural con la imagen de Francisco sonriente con un mate en la mano.
Es el prelado de la parroquia Cristo Obrero, fundada en 1970 por Carlos Mugica, un referente de los curas villeros -como se llama a quienes ofician en una "villa" o asentamiento popular- asesinado en 1974.
La misa se lleva a cabo en el Centro Barrial Padre Carlos Mugica, vecino a la parroquia, que desde 2010 atiende a personas con consumos problemáticos.
El centro, fuertemente enrejado, se emplaza a metros de una autopista en uno de los ingresos a la Villa 31, un asentamiento de más de 40.000 personas frente al adinerado barrio de Retiro. Dentro, las calles se angostan hasta transformarse en viboreantes callejones.
Los curas villeros, surgidos en 1969 al calor del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, históricamente estuvieron alejados de la jerarquía eclesiástica, hasta que Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, tendió puentes decisivos.
"Sabemos del cariño que siempre nos ha tenido Francisco. Ese cariño va a seguir estando presente, porque nos enseñó que en los gestos simples, como un abrazo, como compartir un plato, ahí se presenta Jesús resucitado que nos viene a acompañar", dice Bagattini.
- Visibilizar -
"El papa visibilizó y también puso foco en las personas que necesitan más ayuda", explica Gladys Samaniego, una trabajadora social del centro, que recibe a diario a vecinos que buscan de comida, aseo y, principalmente, contención.
"Y abrir las puertas de la iglesia para todas las personas, para mí fue lo más importante que hizo el papa Francisco", dice la mujer de 48 años a la AFP.
Para Sebastián Curbelo, un hombre de 31 años en recuperación por adicción a la pasta base, el centro representa mucho más que asistencia básica. "Me enseñó que hay alguien. Ese mensaje que él dejó en las personas, de que se puede ayudar al que está tirado en el piso. De que no estamos solos", reflexiona, y señala el mural del pontífice.
El trabajo en estos centros barriales abarca desde la alimentación hasta programas integrales de recuperación.
"Si les armás un proyecto de vida que tiene que ver con la educación, con que estudie (...) eso nos ayuda a que su proyecto no sea ir a la esquina, donde inmediatamente le llega un arma, le llega la droga", explica el padre Nacho.
Así lo dijo Francisco a miles de obispos, padres y seminaristas en Rio de Janeiro en 2013: "Es en las favelas, cantegriles, villas miseria, donde hay que ir a buscar y servir a Cristo (...) No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el evangelio".
- El camino por delante -
Terminada la misa, comienzan a circular por las mesas platos de arroz con carne, pan y manzanas. El clima se anima, los presentes levantan la voz, conversan, se desean buen provecho.
Uno de ellos es Javier Almeida, que a sus 53 años está desempleado y en situación de calle. "Los mensajes de Francisco siempre fueron de humildad y unidad y ayudar a los necesitados. No solamente para los argentinos, sino para todo el mundo", dice.
Bergoglio frecuentaba las barriadas populares de Buenos Aires ya como arzobispo desde 1998. Una de las más extensas es la llamada Villa 21-24, en el sur de la capital y donde viven unas 8.800 familias.
Allí Tamara Noga, una escritora de 29 años y quien dice no ser practicante católica, cuenta a la AFP cómo Bergoglio transformó su perspectiva sobre la Iglesia.
"Mi fe estaba en el barrio, en reconocer a los curas villeros, en pasar por la capilla y necesitar quedarme ahí porque es un lugar de silencio, encuentro, refugio, donde podía hablar con Dios o con quien yo crea", dice.
Aunque Bergoglio nunca volvió a Argentina como papa, su presencia permanece viva en estos barrios.
"Es importante pensar en la figura del padre Mugica, de Francisco, de Jesús, que ha dejado un legado enorme: pensemos qué legado dejamos nosotros", reflexiona el padre Bagattini, decidido a mantener encendida la llama del papa que les enseñó a "hacer lío".
P.Mathieu--JdB