"Purgatorio": el simbólico recuerdo que deja un incendio en Los Ángeles
Kyle Kucharski encuentra una caja de vino en la acera con la leyenda "Purgatorio". Es lo que quedó del que fuese el hogar que compartía con su esposa e hijos en un lujoso vecindario ahora carbonizado por los incendios forestales de Los Ángeles.
Kucharski y su familia vivían en Pacific Palisades, el hermoso suburbio enclavado en las colinas de la Costa Oeste de Estados Unidos, diezmado por un infierno que se desató el martes.
"La compramos cuando nos mudamos. Compramos este vino para celebrar nuestro lugar y nunca nos lo tomamos", dice a la AFP Kucharski, de 38 años, cargando la caja de madera.
"¡Nunca nos lo tomamos!", repite su esposa Nicole Perri, de 32.
"Es gracioso", observa Kucharski. "Purgatorio", precisa mientras baja la cabeza. "Qué ironía".
La pareja abandonó la vivienda, junto a sus bebés de diez semanas y 18 meses, en un dramático escape por una calle que serpenteaba colinas en las cuales el fuego caía como lava.
Volvieron por primera vez este viernes, acompañados por una patrulla policial que les dio algunos minutos para encarar su nueva realidad.
"Sólo quiero ver si hay algo que pueda salvar (...). No sé, algo que llevarme para recordar este lugar", dijo Perri mientras, con sus manos protegidas por guantes amarillos, removía escombros.
- "Ya no existe" -
El incendio de Palisades fue el primero de los varios fuegos que oscurecieron el cielo de Los Ángeles, dejaron al menos once muertos, más de 150.000 desplazados y consumieron unas 10.000 estructuras.
Columnas de humo aún se alzan en las colinas en las cuales se asentaba la comunidad.
Mientras cientos de bomberos trabajan para extinguir el fuego por aire y tierra, algunos vecinos comienzan a enfrentar la realidad.
"Esta era nuestra cocina", comenta Perri, señalando hacia la izquierda del mar de escombros, aún calientes y humeantes.
El crujido de sus pasos sobre los indescifrables escombros rompe el silencio.
"Este era, de hecho, mi clóset", dice mientras señala al piso con el rostro cubierto por una mascara, dejando expuestos apenas los ojos aguados.
"El cuarto del bebé era allí", añade al apuntar al aire donde antes se alzaba la casa. "La cocina allá. Nuestro cuarto aquí mismo. Y este es el garaje", pausa Perri para un sollozo. "Lo que era el garaje", asimila.
Rompe en llanto y abraza a Kucharski. Juntos contemplan el vacío que dejaron las llamas, avivadas por ráfagas de viento de hasta 160 kilómetros.
"Estoy destruida, perdida, devastada", dijo. "No quiero tener que decirle a mis hijos que su hogar ya no existe. Es tan trágico".
El lugar en el que hizo una familia ahora le produce emociones encontradas.
"Estoy feliz porque tengo muchos recuerdos aquí, era mi primer hogar. Estaba muy orgullosa", dice. "Pero esta devastación dificulta mirar atrás".
F.Dubois--JdB